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sábado, 11 de noviembre de 2017

Socialismo Democrático Feminista

Les compartimos este texto imprescindible publicado por Gara:


Asier Arroita, Itziar Abellanal, Oihane Arena y Edorta Arostegi | Militantes de la izquierda abertzale de la Zona Minera

Esta semana se celebra el centenario de la Revolución de 1917, por este motivo la izquierda abertzale ha anunciado un acto para este domingo en La Arboleda. Un acto que nos interpela de forma particular a las militantes de la izquierda abertzale de la zona minera. La Arboleda es una parte de nuestro imaginario, símbolo de la lucha de las mineras por la consecución de sus derechos. Desde La Arboleda partieron las columnas de mineras que declararon la primera gran huelga general de 1890, la primera acción de masas del movimiento obrero vasco.

Como militantes de la izquierda abertzale seguimos revindicando con orgullo lo que la Zona Minera ha aportado a la transformación social en Euskal Herria. Conquistas sociales o un mayor nivel de bienestar social se conseguieron en parte gracias a la generosidad y el compromiso de las mineras.

A la masa de trabajadores que acudió a los montes de la Zona Minera en busca de trabajo con el que poder aspirar a un futuro mejor le tocó conocer en sus carnes la mayor crudeza del capitalismo. La no alternativa de un sistema que no piensa en la persona sino en la cuenta de beneficios de unos pocos. Se encontraron con un sistema donde eran más importante los caballos que cargaban el mineral que la vida de las personas. Todas las cuestiones que hacen que una vida sea más digna tuvieron que ser peleadas o trabajadas desde la organización colectiva. Luchas obreras, reivindicaciones laborales y acción comunitaria social se fueron organizando desde abajo en unos pueblos que ni siquiera existían hasta entonces.

La Revolución de 1917 ha tenido una influencia importante en la Zona Minera, no solo por el entusiasmo popular con que se vivió, sino también por los avances sociales que se consiguieron entonces, y continuaron conquistándose después gracias al compromiso con la transformación social.

En aquel mismo 1917, hacía tiempo que las mineras entendían que para hacerse dueñas de sus vidas era necesario trabajar por un cambio político y social en profundidad. Cuál era la estrategia más adecuada para ello era el eje central del debate entre las diferentes tendencias de izquierda, que muchas veces debilitaban la fuerza transformadora que tenían al caer en el dogmatismo y sectarismo. 1917 fue un año de ebullición social en la Zona Minera, el régimen español de la época se encontraba inmerso en una terrible crisis política y social. La crisis del régimen se agudizaba tanto por la manera con que se respondía a las reivindicaciones nacionales de Catalunya y Euskal Herria, como por la profunda crisis económica y el aumento de los precios de los productos básicos. Entre las mineras la necesidad de un cambio radical del régimen político había tomado cuerpo con fuerza, lo que llevó a un apoyo entusiasta de la huelga revolucionaria de agosto de 1917, toda la Zona Minera paró en una larga y masiva huelga general.

Un ejemplo más de la aportación de la Zona Minera en la lucha por la democracia y la transformación de la sociedad. Decimos un ejemplo más porque en el ADN de nuestra zona se han multiplicado los ejemplos de este compromiso: las huelgas de 1927 contra la dictadura de Primo de Rivera; la defensa de la república y la huelga revolucionaria de 1934; el compromiso contra el fascismo en la guerra del 36 y en la Segunda Guerra Mundial; la huelga general de 1947 contra el franquismo; las luchas obreras de 1962, 1967, 1968; la semana pro-amnistia de 1977 y las luchas por una verdadera democracia; la luchas contra el desmantelamiento industrial...

Un ADN social, que es mucho más que un simple recuerdo nostálgico, es una lección de la fuerza que puede desarrollar el pueblo. Una lección que alimenta a los hombres y mujeres de la izquierda abertzale, y que es nuestro compromiso para seguir construyendo una alternativa al capitalismo, en que la prioridad sea la vida de las personas, una vida en sentido pleno y digno.

Por eso, al igual que en 1917 y en años posteriores, seguimos entusiasmándonos con la revolución democrática que estos días esta desarrollando el pueblo de Cataluña. Un pueblo, el catalán, al que los habitantes de la Zona Minera siempre estaremos agradecidos, un recuerdo que nos acompaña de por vida por la gran cantidad de milicianos, gudaris y familias a las que acogieron y dieron refugio tras el desastre humanitario posterior a la caída de Bizkaia y a la traición de Santoña en el año 1937.

Un pueblo que está demostrando la importancia que tiene la organización desde la base, de abajo hacia arriba, combinada con la articulación de mayorías institucionales, para llevar a cabo estrategias como pueblo para alcanzar la democracia y la soberanía.

Estamos hablando de responsabilidad histórica y futura con nuestro pueblo, por lo tanto la frivolidad del calculo partidista no tiene sitio. La bandera roja y la ikurriña no son antagónicas, no lo fueron en la guerra del 36, no lo fueron ni en el entierro del luchador comunista Julián Ruiz ni en el recibimiento a la Pasionaria en 1977, ni en la marcha del hierro de 1992. Como tampoco es antagónico aspirar a un mayor bienestar, protestar contra los recortes sociales o contra el cierre de empresas como la General Electric de Ortuella y seguir defendiendo una tranformación radical de la sociedad. Una idea que hace tiempo nos ganó el corazón porque junto a nosotras tuvimos al mejor de los maestros: Periko Solabarria.

Por lo que nuestro compromiso es seguir pisando barro, continuar haciendo revolución todos los días. Este es nuestro compromiso con mayúsculas. Compromiso por la democracia, articulando la lucha contra las élites económicas y políticas desde el pueblo y las instituciones, combatiendo el régimen del 78 y la involución autoritaria que estamos sufriendo estos días. Luchando por la soberanía plena para las personas y los pueblos.

Un compromiso por el progreso social combatiendo las diferentes formas de precariedad y pobreza, para acabar con las desigualdades sociales. Una revolución social, democrática y feminista: la revolución del siglo XXI.






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