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jueves, 13 de julio de 2017

Un Espíritu Sin Alma

Vaya, hay quienes simplemente no se pueden desprender del pasado e insisten en no querer afrontar el presente. El odio se los impide.

Les invitamos a leer esta crónica de Gara que nos habla del particular bucle espacio en el que se encuentra metido el franquismo borbónico:


Representantes jeltzales se echaban las manos a la cabeza y compañeros del PSE se preguntaban no si se le había parado el reloj sino si se le había fosilizado el calendario. El alcalde, Carlos Totorika, quiso ayer resucitar el Espíritu de Ermua que acabó hasta con el Pacto de Ajuria Enea. No quiere saber que EH Bildu suma tantos escaños como Mayor Oreja y Redondo juntos.

Iñaki Iriondo

Con lo acontecido aquellos días, políticos y medios «creo que alentados por el PP, engendraron el conocido Espíritu de Ermua. Según los autores de esta idea, el asesinato de Blanco provocó que la sociedad vasca superara su temor a los violentos y las muestras de movilización ciudadana espontánea eran, en realidad, una rebelión no sólo contra ETA sino también contra una determinada concepción de la política en Euskadi». (...) «La frase ‘nacionalismo igual a terrorismo’, acuñada por Mayor Oreja, tuvo éxito». Son extractos de las memorias de José Antonio Ardanza que, a buen seguro, más de una y de uno volvió a revivir ayer durante el discurso de Carlos Tororika.

El Ayuntamiento de Ermua había organizado un acto de recuerdo y homenaje a Miguel Ángel Blanco, secuestrado y muerto por ETA hace veinte años, al que acudió una nutrida representación de las instituciones vascas y españolas, partidos, sindicatos, patronal y mandos de las FSE. Entre ellos estaba una delegación de EH Bildu, formada por Maddalen Iriarte, Julen Arzuaga y Pello Urizar. Una composición novedosa, con la que la formación soberanista quería evidenciar que asume en su conjunto que todas las víctimas merecen reconocimiento y reparación; un paso adelante en busca de la normalización. Todavía está por ver que una delegación del PP acuda a otro tipo de convocatorias de recuerdo.

Discurso de hace 20 años

El acto duró unos treinta minutos y concentró a unas quinientas personas. La mitad eran cargos invitados. La otra mitad se dividía entre vecinos que habían acudido conscientemente y curiosos que se acercaron atraídos por las cámaras de televisión y la megafonía.

El primero en tomar la palabra fue el alcalde, Carlos Totorika. Tras él estaban concejalas y concejales. Todavía no ha debido advertir siquiera los cambios políticos en su propio pueblo. Cuando ETA secuestró y mató a Miguel Ángel Blanco, PSE y PP eran las dos primeras fuerzas de la Corporación y sumaban el 60,39% de los votos. HB apenas tenía el 8,81%. Hasta Ezker Batua estaba por encima, con un 14,23%, y era el tercer partido en la localidad. En las siguientes elecciones, en 1999, PSE y PP siguieron siendo la primera y segunda fuerza. Sumaron nada menos que el 73,47% de las papeletas. Totorika creció a los 10 concejales. El PP perdió 1 de los 4 ediles que había tenido.

En 2017 –año cronológico en el que ayer habló Totorika– el PSE tiene 6 ediles y gobierna gracias al pacto general con el PNV. Con el paso del tiempo, EH Bildu se ha convertido ahora en la segunda fuerza de la localidad, donde ha irrumpido también Podemos. Los partidos que en su día encarnaron el Espíritu de Ermua se han quedado en el 42,6% del voto y todo apunta a que seguirán bajando.

Pero a Carlos Totorika parece habérsele congelado el calendario en los tiempos en los que le auparon a referente. Ayer quiso volver a serlo. Quizá sin darse cuenta de que ya ni los de su partido le siguen, al menos en la CAV. Algunos representantes del PSE ayer sudaron, y no fue solo por el sol que volvía a apretar. A fin de cuentas es julio.

Totorika sigue hablando de Herri Batasuna y pidiéndole que condene «su pasado». Alaba la Ley de Partidos, cree que las «agresiones de Alsasua» son fruto de «que no es posible la convivencia si se siembra odio, sobre todo entre los más jóvenes», lo que seguirá ocurriendo «si se considera héroes a los etarras, aunque sea en la intimidad, y antivascos a quienes no somos nacionalistas».

No hubo en el discurso del alcalde ningún indicio de que desde 1997 hayan pasado ya 20 años. Ninguna mirada puesta en un futuro compartido. Así lo reconocieron –entre tristes y resignados– algunos compañeros de partido que, afortunadamente, están hoy en día en posiciones de mayor influencia que Carlos Totorika. Pareció que fuera a acabar con un grito de «¡A por ellos!», como el que Victoria Prego lanzó el 14 de julio de 1997 en la Puerta de Sol

A su lado, el periodista José María Calleja estuvo moderado, y eso que habló del «plan sistemático, organizado y concienzudo», para acabar en Euskal Herria con quienes no creían en una concepción de país, en la que el calificativo de «español era un insulto». Y no dejó pasar la ocasión de llamar «idiotas morales de guardia» a quienes discutieron la «insurrección cívica» de aquellos días.

Alonso contra Arzuaga

La actitud de Carlos Totorika encajó bien con la de aquel José María Aznar que en la multitudinaria manifestación de Bilbo del 12 de julio de 1997 no quiso estar junto al lehendakari y el resto de líderes políticos, y con la de ayer del presidente del PP vasco, Alfonso Alonso, a quien le sobraron parlamentarios en el acto.

Lamentó la presencia de Julen Arzuaga, secretario de Libertades Democráticas de EH Bildu, en el homenaje y dijo que «ha venido para blanquear su imagen». Aseguró que «el día en que secuestraron a Blanco no pidió su liberación; el día en que lo mataron, aplaudió al asesinato; defendió a su asesino y sigue defendiendo la causa por la que le mataron, el mismo proyecto. Por eso, Arzuaga sobra. Los demás estábamos todos unidos hoy y hace 20 años, y eso es lo que es importante».

El fin de la unidad

Pero hace 20 años tampoco había unidad. Era una ficción. El Pacto de Ajuria Enea se tambaleaba, porque el PP solo se escuchaba a sí mismo. La estrategia de Aznar-Mayor Oreja tras la muerte de Miguel Ángel Blanco, el famoso Espíritu de Ermua, fue la puntilla.

El «enemigo oficial» dejó de ser ETA, para serlo el conjunto del nacionalismo vasco; los movimientos sociales de corte pacifista, como Gesto por la Paz, fueron sustituidos en subvenciones y promoción mediática por otros como Foro Ermua y Basta Ya (los dos que precisamente ayer mencionó Totorika) que convocaban manifestaciones contra el «nacionalismo [vasco, claro está] obligatorio»

Y el 12 de setiembre de 1997 en la plaza de toros de Las Ventas, en un concierto de homenaje a Miguel Ángel Blanco, a Raimón lo abuchearon por cantar en catalán y a José Sacristán por su pasado comunista. Quizá a Manuela Carmena le vengan hoy a la memoria aquellas broncas, visto que algunos quieren seguir imponiendo su visión unívoca de los hechos, en el intento de obtener réditos partidistas.

El Espíritu de Ermua supuso el cambio del eje de confrontación «demócratas contra violentos» por el de «nacionalistas españoles [nunca autorreconocidos] contra nacionalistas vascos». El Pacto de Ajuria Enea se fue al garete. Antes del primer aniversario de la muerte de Miguel Ángel Blanco, el PSE se marchó del Gobierno de Ardanza porque PNV y EA estaban negociando con Euskal Herritarrok y también con ETA.

Y, después de todo lo hecho aquel julio de 1997, José María Aznar declaró públicamente el 4 de noviembre de 1998, durante el alto el fuego de ETA, que «he querido que los ciudadanos supieran y tengan muy claro que el Gobierno, y yo personalmente, ha autorizado contactos con el entorno del Movimiento Vasco de Liberación».

Hoy ETA está desarmada, la sociedad avanza, se recuerda conjuntamente a las víctimas, pero ni Totorika ni Alonso parecen querer darse por aludidos.






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