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domingo, 9 de abril de 2017

Cronopiando | Valdrá la Pena

El tiempo el implacable ha terminado por dar la razón a Koldo Campos con respecto a cierto cuestionamiento irresponsable por parte de Jordi Évole a Arnaldo Otegi allá en el 2016.

A la luz de los recientes acontecimientos en Euskal Herria, les recomendamo el Cronopiando de nuestro estimado amigo Koldo:

Koldo Campos Sagaseta

Valdrá la pena

Lo he oído en estos últimos días en boca de algunos contertulios y ministros: “El fin de ETA llega tarde... el desarme de ETA llega tarde...” ¿Y la disolución de ETA? No sé porqué pero tengo la impresión de que para los mismos también llegará tarde. Y es verdad que bien pudo llegar antes como pudo llegar después o, simplemente, no haber llegado nunca, pero lo que sin duda importa es que estamos donde estamos y que parte de la violencia en nuestra sociedad ha llegado a su fin.

Lamentar que no hubiera llegado antes y anteponer ese lamento al hecho de que, al fin, haya llegado, se parece mucho a otro lamento en forma de pregunta, que también vamos a oír. De hecho, hace tiempo que lo venimos oyendo. Fue la última pregunta que el periodista Jordi Évole le hiciera a Arnaldo Otegi en su programa “Salvados” del pasado año: “¿Valió la pena?” Detesto la pregunta porque conjugada en tiempo futuro (¿Valdrá la pena?) me parece oportuna y útil pero, conjugada en pasado no tiene sentido. Juzgar la conveniencia de un hecho después de sucedido y hacerlo, además, en función de su supuesto resultado, es una estupidez. ¿Valió la pena que en el Estado español la mayoría decidiera en las urnas el triunfo de la República y los derechos y libertades que esta suponía para que un golpe de Estado del ejército la asesinara? ¿Valió la pena, después de cientos de miles de muertos y exiliados, selladas las urnas cuarenta años y coronada de nuevo la monarquía? ¿Valió la pena cuando después de 80 años todo está por hacerse incluyendo la República? ¿Vale la pena plantar un árbol para que un día más tarde llegue la empresa maderera y arrase el bosque? ¿Vale la pena reciclar para que un día después vengan unos cuantos mangantes y nos impongan el sucio negocio de la incineradora? ¿Vale la pena educar a nuestros hijos en los más hermosos valores humanos para que tengan que desenvolverse en una sociedad caracterizada por el lucro, la ambición, el individualismo, la falta de escrúpulos y la violencia?

Y la respuesta es sí, valió la pena si obramos en conciencia y adoptamos la decisión que consideramos correcta, así fuera tarde o estuviéramos solos. Valió la pena si hicimos lo que creíamos justo, lo que nos sentimos obligados a hacer porque con independencia de su resultado vale la pena hacer lo que pensamos debido. Eso es lo único que vale la pena.

Y por ello carece de sentido lamentar que haya llegado tarde el fin de ETA o que haya llegado pronto, porque al día siguiente cualquiera sabe el tiempo que hizo en la víspera, si fue acertado no sacar el paraguas o si debimos llevar el chubasquero. Cualquiera corrige una página al día siguiente de escribirla.

En cualquier caso, tampoco ha sido el único tren que llega tarde a la estación de la paz y de la convivencia ni los que se quejan de las demoras los únicos afectados por las mismas. Muchos otros tenemos callos en la memoria de tanta espera. La dictadura franquista tardó 40 años en llegar a su fin y lleva otros 40 sin bajarse del tren, sin arrepentirse ni desarmarse. El fin de la dispersión de los presos vascos no es que llegue demasiado tarde, es que ni siquiera llega, como tampoco llega el fin de la tortura y el fin de la impunidad. “O bombas o votos” planteaba el Estado español. “Sin violencia todo es posible” han repetido todos los presidentes españoles desde 1978. En Catalunya aún esperan las urnas. También en Euskadi las esperamos. ¿Llegarán tarde? Lo que celebro es que llegarán y que valdrá la pena.






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