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miércoles, 25 de noviembre de 2015

La Mano que Mece la Cuna

La estrategia denominada "Doctrina de Choque" de la periodista Naomi Klein, estrategia a la que se ha sumado hasta Mark Zuckerberg con sus banderitas galas el pasado 11 de noviembre, ha quedado totalmente al descubierto con respecto al Estado Obámico y sus acciones tanto en Irak y Siria como en otros rincones del planeta (como Líbano y Malí más recientemente).

Comentamos lo anterior como introducción a este texto de Noam Chomsky que ha sido publicado en la página de Regeneración:


"Oficial: EU es el mayor Estado terrorista del mundo y se enorgullece de serlo". Esa debería ser la cabeza de la nota principal del New York Times del 15 de octubre pasado, cuyo título, más cortés, dice así: "Estudio de la CIA sobre ayuda encubierta provoca escepticismo sobre el apoyo a rebeldes sirios".

La nota informa sobre una revisión hecha por la CIA a las operaciones encubiertas recientes para determinar su efectividad. La Casa Blanca concluyó que, por desgracia, los éxitos son tan escasos que es necesario reconsiderar esa política.

Se incluye una declaración del presidente Barack Obama de que pidió a la CIA llevar a cabo esa revisión para encontrar casos en los que "financiar y proveer de armas a una insurgencia en algún país haya funcionado bien. Y no pudieron hallar mucho". Por eso Obama tiene cierta renuencia a continuar con esos esfuerzos.

El primer párrafo cita tres ejemplos importantes de "ayuda encubierta": Angola, Nicaragua y Cuba. En realidad, cada uno fue una importante operación terrorista lanzada por Estados Unidos.

Angola fue invadida por Sudáfrica, que, según Washington, se defendía de uno de los "más notorios grupos terroristas del mundo": el Congreso Nacional Africano de Nelson Mandela. Eso fue en 1988.

Para entonces el gobierno de Ronald Reagan estaba prácticamente solo en su apoyo al régimen del apartheid, incluso violando las sanciones que su propio Congreso había impuesto al incremento del comercio con su aliado sudafricano.

Washington se unió a Sudáfrica en dar apoyo crucial al ejército terrorista Unita de Jonas Savimbi en Angola. Continuó haciéndolo incluso después de que Savimbi sufrió una rotunda derrota en una elección libre y cuidadosamente vigilada, y de que Sudáfrica le había retirado el respaldo.

Savimbi era un "monstruo cuya ambición de poder había llevado abrumadora miseria a su pueblo", en palabras de Marrack Goulding, embajador británico en Angola.

Las consecuencias fueron horrendas. Una investigación de la ONU en 1989 estimó que las depredaciones sudafricanas provocaron 1.5 millones de muertes en países vecinos, sin mencionar lo que ocurría en Sudáfrica misma. Fuerzas cubanas finalmente vencieron a los agresores sudafricanos y los obligaron a retirarse de Namibia, la cual habían ocupado ilegalmente. Sólo Estados Unidos siguió apoyando al monstruo Savimbi.

En Cuba, después de la fallida invasión de Bahía de Cochinos en 1961, el entonces presidente estadunidense John F. Kennedy lanzó una campaña asesina y destructiva para llevar "los terrores de la Tierra" a Cuba, según palabras del historiador Arthur Schlesinger, aliado cercano del mandatario, en su biografía semioficial de Robert Kennedy, a quien se asignó la responsabilidad de esa guerra terrorista.

Las atrocidades contra Cuba fueron graves. Los planes consideraban que el terrorismo culminara en un levantamiento en octubre de 1962, que daría pie a una invasión estadunidense. Hoy día la academia reconoce que esa fue una de las razones por las que el entonces primer ministro soviético Nikita Jrushchov emplazó misiles en Cuba, con lo que se produjo una crisis que se acercó peligrosamente a una guerra nuclear. El entonces secretario de la Defensa Robert McNamara concedió más tarde que si él hubiera sido un gobernante cubano, "habría esperado una invasión estadunidense".

Los ataques terroristas contra Cuba continuaron durante más de 30 años. Desde luego, el costo para los cubanos fue severo. Los recuentos de víctimas, de los que apenas si se oye en Estados Unidos, fueron dados a conocer en detalle por primera vez en un estudio del experto canadiense Keith Bolender, Voices From the Other Side: an Oral History of Terrorism Against Cuba (Voces desde el otro lado: historia oral del terrorismo contra Cuba), en 2010.

El saldo de la prolongada guerra terrorista fue amplificado por un sofocante embargo, que continúa a la fecha en desafío al mundo. El 28 de octubre pasado, la Asamblea General de la ONU avaló, por vigésimo tercera vez, "la necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por Estados Unidos a Cuba". La votación fue de 188 a dos (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones de subordinados isleños de Estados Unidos en el Pacífico.

Hoy día existe cierta oposición al embargo en altos estratos estadunidenses, informa ABC News, porque "ya no es útil" (citando el libro reciente de Hillary Clinton, Hard Choices). El experto francés Salim Lamrani pasa revista a los aciagos costos para los cubanos en su libro de 2013 La guerra económica contra Cuba.

Apenas si hace falta mencionar a Nicaragua. La guerra terrorista de Ronald Reagan fue condenada por el Tribunal Internacional de La Haya, que ordenó a Estados Unidos poner fin a su "uso ilegal de la fuerza" y pagar sustanciales reparaciones de daños.

Washington respondió intensificando la guerra y vetando una resolución del Consejo de Seguridad que llamaba a todos los estados –con dedicatoria a Estados Unidos– a observar el derecho internacional.

Otro ejemplo de terrorismo se conmemorará el 16 de noviembre, en el 25 aniversario del asesinato de seis sacerdotes jesuitas en San Salvador por una unidad terrorista del ejército salvadoreño, armada y entrenada por Estados Unidos. Bajo las órdenes del alto mando militar, los soldados irrumpieron en la universidad jesuita para dar muerte a los sacerdotes y a todo testigo, incluidas su ama de llaves y la hija de ésta.

Este suceso culminó las guerras terroristas de Estados Unidos en Centroamérica en la década de 1980, aunque sus efectos aún ocupan las primeras planas, en los informes acerca de los "inmigrantes ilegales", que en buena medida huyen de las consecuencias de aquella carnicería y son deportados de Estados Unidos para sobrevivir, si pueden, en las ruinas de sus países de origen.

Washington también ha surgido como el campeón mundial en generar terror. El ex analista de la CIA Paul Pillar advierte sobre el "impacto generador de resentimiento de los ataques" de Estados Unidos en Siria, que podrían inducir aún más a las organizaciones yihadistas Jabhat al-Nusra y Estado Islámico a "reparar su ruptura del año pasado y hacer campaña conjunta contra la intervención estadunidense, presentándola como una guerra contra el Islam".

Esa es ahora una consecuencia familiar de las operaciones estadunidenses, que han ayudado a propagar el yihadismo de un rincón de Afganistán a gran parte del planeta.

La manifestación más temible del yihadismo hoy día es el Estado Islámico, o Isil, que ha establecido su califato asesino en vastas zonas de Irak y Siria.

"Creo que Estados Unidos es uno de los creadores claves de esta organización", asevera el ex analista de la CIA Graham Fuller, prominente comentarista sobre aquella región. "Estados Unidos no planeó la formación del Isil, pero sus intervenciones destructivas en Medio Oriente y la guerra en Irak fueron las causas básicas del nacimiento del Isil", añade.

A esto podríamos agregar la mayor campaña terrorista del orbe: el proyecto global de asesinato de "terroristas" lanzado por Obama. El "impacto generador de resentimiento" de esos ataques con drones y con fuerzas especiales debe de ser bastante conocido para requerir mayor comentario.

Todo esto constituye un registro que hay que contemplar con cierto horror.




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