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sábado, 10 de octubre de 2015

La Esperpéntica Ángela Murillo

Les compartimos este escrito que ha sido publicado en Naiz:
 

La justicia del esperpento: 4 años de Bateragune

Todos los elementos de contenido y forma definitorios del esperpento están en “Luces de Bohemia” y “Los Cuernos de don Friolera” que, además, formulan complementariamente la teoría esperpéntica. El término esperpento aparece como concepto estético en la famosa escena de Luces de Bohemia, tantas veces glosada, donde se explicita su origen y características y se expone el programa artístico de la nueva estética a través de la conversación joco-seria del ciego Max Estrella y su lazarillo.

Igor Meltxor | Escritor y analista político

Con ella Valle Inclán parece querer apuntar la idea de que la realidad española de la época es ridícula, absurda, una deformación grotesca de Europa, como grotesca y absurda resulta la figura de la Audiencia Nacional y los jueces y juezas que allí intentan hacernos creer que imparten justicia.

Los espejos cóncavos del Callejón del Gato, instantáneamente se convierten en figuras risibles a ojos de Valle Inclán, pasando a ser caricaturas de sí mismos. Esos espejos son los que rodean la Audiencia Nacional. Ahora bien, detrás de lo bufo, lo grotesco, lo cómico y lo absurdo se vislumbra siempre una situación dramática.

Miles de detenciones, testimonios horribles de torturas en dependencias policiales… en definitiva, una intención clara de tratar de erradicar una ideología, un sentimiento… Y alrededor de todo ello, un pueblo que lucha como lo ha hecho siempre, con dignidad y orgullo. Esa frontera indecisa entre tragedia y farsa es el armazón sobre el que se construye el esperpento. La jueza Angela Murillo hubiese sido un personaje en el que Valle Inclán se hubiera fijado desde un primer momento. Cumple todos los requisitos para convertirse en la “reina del esperpento”.

Nacida en Almendralejo (Badajoz), se convirtió en 2008 en la primera mujer en ser nombrada presidenta de una sección de la sala de lo Penal de la Audiencia Nacional, tribunal en el que ya fue la primera mujer magistrada hace unos cuantos años.

Afirmaba el autor de “Luces de bohemia” que la tragedia de España se convierte en espectáculo inquietante pero cómico. Todos los elementos del esperpento de Valle Inclán –personajes, ambientes, palabras y gestos– servían para proyectar toda la vida miserable de España.

Como si estuviera mirándose continuamente en uno de aquellos espejos cóncavos del callejón del Gato, la jueza Murillo imparte “justicia” de una manera muy particular. Su especial inquina contra todo lo que huele a izquierda independentista vasca, le hace convertirse en esa figura grotesca de la que hablaba el genial escritor en sus novelas. Como anécdota a destacar, la jueza Murillo no sabe escribir a máquina, por lo que redacta sus largas sentencias a mano.

En febrero 2011, el Tribunal Supremo anuló una condena a dos años de prisión que una sala presidida por Murillo había impuesto a Otegi por enaltecimiento del terrorismo al estimar que la juez exteriorizó “un prejuicio acerca de su culpabilidad” al preguntarle si condenaba la violencia de ETA.

La jueza del callejón del Gato, hizo uso de su potestad para plantear preguntas a los acusados y emplazó a Otegi a decir si condenaba o no “rotundamente” la violencia. “No voy a contestar”, contestó el dirigente abertzale, a lo que Murillo reaccionó diciendo “Ya sabía yo que no iba a responder” antes de que Otegi cerrara el intercambio replicando: “Y yo que iba a hacerla (la pregunta)”.

Además de anular este juicio a Otegi por parcialidad manifiesta, el Tribunal ya le dio un tirón de orejas por el juicio 18/98, en el que la acusó de extralimitarse en las condenas, reduciendo todas ellas un 30% y absolviendo a 9 de los acusados

En otra ocasión, tras una declaración en euskera de un acusado, Murillo exclamó: “Es evidente que la Sala no ha entendido ni papa”, haciéndonos recordar a aquello que Valle Inclán denomino, la frontera entre la tragedia y la farsa.

Durante el juicio del caso Bateragune, en el que Otegi volvía a sentarse en el banquillo, esta vez junto a otros siete dirigentes abertzales, Murillo intervino para hacer una pregunta a la última procesada, Miren Zabaleta.

“Usted se ha manifestado contraria a la violencia política ¿Qué es la violencia política? ¿Un tiro en la nuca es violencia política?”, inquirió la magistrada.

Murillo también coló uno de sus comentarios con ocasión de la comparecencia como testigo en la vista del dirigente abertzale Rufi Etxeberria, que al entrar en la sala se abrazó con Otegi. Al preguntarle, como es preceptivo, si tenía algún interés en la causa, Etxeberria admitió que su deseo era que todos salieran absueltos, ante lo que la juez respondió: “Entonces, usted de imparcial poco, ¿no?”.

En el mismo juicio por el caso Bateragune, durante un receso y cuando todo el mundo se empezó a levantar de su asiento, la jueza Murillo se giró hacia una compañera: “¿Cual es el siguiente en declarar, el cuarto etarra, Arcai… Arcai…” en eso, su compañero situado a la izquierda se reclinó y apagó el micrófono de Murillo. Se refería a que Arkaitz Rodriguez era la siguiente persona en declarar tras el descanso.

En otro juicio, mientras la jueza extremeña escuchaba el testimonio de la viuda del concejal de UPN en Leitza, José Javier Múgica, sobre la muerte de su marido en 2001, y ante la indiferencia mostrada por Garcia Gaztelu’ y los otros tres acusados: “…Y encima se ríen estos cabrones”.

La heroína del esperpento de Valle Inclán fue de nuevo hace unos meses, la encargada de decidir el futuro de otros 28 jóvenes vascos que acuden a la Audiencia Nacional, en su mayoría habiendo sido torturados y sin ninguna garantía de que sus derechos civiles y políticos fueran a ser respetados. Los derechos humanos estaba claro que ya habían sido vulnerados en los calabozos de ese edificio repleto de espejos cóncavos, fiel homenaje de aquello que Valle Inclán denominó como “Ruedo ibérico”. Siete de ellos fueron condenados a 6 años de cárcel en otra esperpéntica sentencia.

Esta semana se cumplen cuatro años desde que se hiciera pública la sentencia que enviaba a la cárcel a Miren, Sonia, Arnaldo, Arkaitz y Rafa, por luchar por la paz, mientras la justicia tuerta del esperpento valleinclaniano continua en clave de guerra.





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