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martes, 25 de noviembre de 2014

Añeja Lucha Antifascista

La larga historia de lucha antifascista del pueblo vasco vivió sus momentos más álgidos durante la Segunda Guerra Mundial, había iniciado antes, sigue hasta el día de hoy.

Les presentamos este reportaje publicado en Deia:


La lucha contra el nazismo de los gudaris

Los vascos refugiados por la Guerra Civil y el franquismo en Iparralde y Francia formaron parte de la resistencia antinazi en unidades de lucha, incluido el Ejército de EE.UU.

Iban Gorriti

La  invasión alemana de Francia puso en alerta a las miles de personas vascas refugiadas por la Guerra Civil y el franquismo en el Estado galo, muchas de ellas en Iparralde. El espanto fue mayor al decretar el gobierno colaboracionista de Vichy el internamiento de los refugiados extranjeros en campos de concentración; y por ello, se produjo una inmediata emigración masiva hacia América. Muchos de los que no pudieron alcanzar el objetivo fueron enviados a construir fortificaciones en la muralla del Atlántico para la organización TODT nazi, de Fritz Todt.

Paralelamente, los hechos se produjeron al tiempo que cayó la red Álava en Euskadi, que comunicaba a ambas partes de los Pirineos. Entre las primeras reuniones de grupos armados destacó la Unión Nacional del Partido Comunista y muchos vascos ingresaron en ella. También se creó el grupo de gudaris llamado Batallón Gernika, de la brigada vasca, dentro de las fuerzas del Ejército francés. Esta facción tuvo como comandante a Pedro Ordoki y participó en la liberación de Point de Grave.

Fue el Gobierno de Euzkadi quien ideó esta formación en 1943, “con la intención de reunir a todos los vascos de la Resistencia, incluso sacando a aquellos inmersos en la Unión Nacional”, según un texto del investigador Eduardo Jauregi, de Sabino Arana Fundazioa. Un total de 200 hombres formaron el Batallón Gernika con mayoría de presencia de afiliados al PNV, pero también con socialistas, comunistas, anarquistas y de ANV.

El lehendakari Aguirre viajó de Estados Unidos a París con la intención de sentar las bases para la coordinación de actuaciones de interior y exterior y preparar la vuelta a Euskadi tras el esperado derrumbe de Franco por los aliados. De ahí nació el cuerpo de élite con miembros de Euzko Naia del interior y la brigada vasca. El plan era colaboracionista con Estados Unidos, por lo que tras una selección de 114 hombres no había hueco para ningún comunista, por orden expresa del país norteamericano.

En Francia, la acción del Gobierno de Euzkadi en el exilio permanecerá orientada hacia un objetivo esencial: la derrota de la Alemania nazi y la victoria de las democracias occidentales; es el sentido de todo lo que el ejecutivo de Aguirre logró coordinar en condiciones a menudo difíciles: redes de información y observación, espionaje al servicio de los aliados, redes de paso de la frontera española, reclutamiento de sus conciudadanos en las tropas aliadas, participación en las operaciones de sabotaje de la Resistencia francesa, ayuda a los ‘‘maquis’’, etc...

La instrucción corrió a cargo de americanos y de un coronel inglés. La Unidad Militar se dividió en dos grupos. Recibieron cursos de cartografía, armamento y tiro, táctica militar, dinamita, educación física, instrucción, modalidades de lucha... Durante la instrucción tenían prohibido salir del recinto militar sin visitas familiares o de amigos, y los envíos eran dirigidos a la delegación vasca en París así como controlados. Aunque el contrato era de seis meses, al de solo dos se produjo la disolución, según notificación por “imposibilidad de su utilización práctica”. Sin embargo, ya se les había encomendado su intervención militar en las montañas de Berchtesgaden, reducto nazi. Pero los últimos acontecimientos se precipitaron con la bomba de Hiroshima, dando por finalizada la contienda mundial, y la operación de esta unidad vasca no se llegó a realizar.

Su disolución tuvo lugar en julio de 1945. A la mayor parte de sus miembros se les envió a Lormont, donde estaba la Brigada Vasca. Primitivo Abad comunicó que “indeseables” estaban desprestigiando la unidad, y citó escasez de recursos. Los nacionalistas mantenían “buenas, pero superficiales” relaciones con los socialistas, al tiempo que la CNT pretendía pasar a España y los comunistas conjuntamente con los socialistas demandaron disolver la brigada. Tras varias reuniones, el Gobierno francés ordenó su desmovilización. Los gudaris que anhelaban seguir tenían que firmar un contrato con la Legión gala, aunque se intentó que la ley de desmovilizaciones no se produjera con la Brigada Vasca. Finalmente, no fueron encuentros fructíferos, obligando al Gobierno vasco a encontrar una salida a sus hombres y la posibilidad de trabajo.

Se hicieron dos grupos: uno de Abad, con los miembros de Euzko Naia y gudaris seleccionados por él y situados en la frontera. El otro, formado por gente que no merecía la confianza para fines nacionalistas, situados en Royan y Burdeos. En octubre de 1945 ya había diferentes grupos en Ainhoa, Mendibe, Donibane Garazi, Esterenzubi, Banka, Baigorri... En esa zona hubo reuniones con la CNT.

El cenetista Lago acabó recibiendo una ayuda de 50.000 francos de manos de Abad. Las negociaciones de armamento continuaron en París de manos del jeltzale Rezola, y tras la ausencia de resultados, se recibió armamento del Batallón Gernika, de Biarritz. Los hombres empezaron a trabajar como leñadores y se solicitó calzado, tela de mahón y herramientas de trabajo. La moral de los gudaris, según testimonios, seguía intacta.

Espías de franco 

En medio de un invierno duro, no llegó lo solicitado en un momento de goteo de hombres que pasaron la frontera por represalias en Euskadi sur. A algunos se les consideró sospechosos, espías de Franco, de ahí que se pidiera más rigurosidad en el contacto de interior y exterior y se encargara otra vez la misión a Abad, creándose pasos específicos de frontera. La primera cadena unió Donostia con Sara y atravesó Lekaroz hasta Goizueta.

Pero el trabajo de leñadores fue acabándose y las ayudas del PNV y el Gobierno vasco no eran suficientes. En 1947 y 1948 comenzaron a disolverse los enlaces por “irregular comportamiento y conducta de los miembros fuera de servicio, al infringirse las órdenes de discreción y secreto debido”. Hubo contactos del PNV con un capitán norteamericano para conseguir armamento para pasar a Hegoalde cuando cayera Franco, como pensaban que iba a ocurrir, aunque se desestimó la operación “por falta de medios económicos”.

Llegado el momento, “americanos e ingleses no prestaron apoyo, para que no les confundieran con comunistas”, escribía Jesús Solaun en Memorias del antifascismo. La Guerra Fría dio al traste con la ayuda aliada. La resistencia mayor se vivió entonces en el interior de Hegoalde, donde la represión franquista multiplicó las detenciones, encarcelamientos y torturas y alcanzando, según los investigadores, a todos los grupos políticos.





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