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martes, 17 de febrero de 2009

El Valor de Dos Sillas

Un análisis de lo que está sucediendo en este teatro macabro denominado "elecciones vascas" cortesía de Rebelión:

La fuerza de la fuerza

Ander Iturriotz
Berria

Traducido para Rebelión por Ramon Bofarull

Max Weber consideró las democracias modernas como dictaduras plebiscitarias cuando, hace muchos años, estudió el sistema de partidos políticos profesionales. No conoció la democracia española; no conoció el aspecto de dictadura sistemática que adopta la democracia española en el País Vasco, esto es, con qué escasez de escrúpulos utiliza España la fuerza, la fuerza de la fuerza. La fuerza por encima de todas las apariencias. Cuando la dictadura autonomista funciona, dictadura autonomista. Y cuando la dictadura autonomista muestra grietas, dictadura de Estado.

Un socialista jacobino, Alfonso Guerra, concretamente, dijo que si el modelo del Estado autonómico no saciaba el ansia de libertad del País Vasco, debía abandonarse el autonomismo y adoptar la razón de Estado, es decir, la fuerza del Estado nuevamente. Eso mismo han hecho los socialistas ahora: para que la dictadura autonomista sea útil ─pues las medidas maximalistas que quería adoptar Guerra resultan contraproducentes─, trampear, forzar, invertir la realidad sociopolítica de Vascongadas, prohibir, encarcelar, despojar de derechos a la sensibilidad vasca más abertzale y asegurar la mayoría española en Vitoria. Alfonso Guerra no lo habría hecho mejor. Alfonso Guerra habría utilizado el Parlamento español para anular el Estatuto de autonomía y habría enviado a la policía para hacer cumplir esa orden. Zapatero, en cambio, sabe la importancia de los juegos de legitimación, sabe plantear trampas legitimadoras. Le llaman talante. Pero Guerra y Zapatero, ambos, están para garantizar el ser del Estado.

¿Qué hacen, en cambio, los partidos nacionalistas vascos admitiendo ese juego sucio? Pues se entiende que todos se han percatado de que bajo las bases de estas elecciones subyace la violencia. Han entrado en el juego con las cartas marcadas, han aceptado las normas del ventajista violento que ha marcado las cartas sin tan siquiera alzar la voz. ¿Para qué? Algunos porque tienen la intención de ganar. Otros, en cambio, han salido a perder; eso es más difícil de comprender, evidentemente.

El PNV ha visto una hermosa oportunidad para engordar su bolsa de votos, así como para tapar su conflicto interno. El lema de la crisis económica y vender la gestión de Ibarretxe, agitar la imagen de la España caótica , por un lado, es muy efectivo para atraer el voto pragmático. Pero, por otro, necesitaba ofrecer algo más para motivar simbólicamente al espacio abertzale. La línea de persuasión que ha adoptado, empero, no ha sido muy creíble, porque no es creíble el argumento de que el PSOE y el PP vayan a formar un frente. El PSOE siempre mira a España, y en España tiene que aislar al PP, como ha hecho en Cataluña, Galicia y Navarra. Por eso en Vascongadas nadie se creerá que pudiera ir con el PP. Pero tanto da. El PNV sabe que el votante abertzale está nervioso, atemorizado, y ha querido activar ese miedo. Ha anunciado el Apocalipsis en Ajuria Enea. ¿Con qué objetivo, empero? Eso es lo más triste. Con un único objetivo: para, sabiendo que ahora el tripartito no obtendrá mayoría, sacar más votos que el PSOE. En efecto, el PNV quiere formar Ajuria Enea con el PSOE, pero una cosa es empezar a negociar con un PSOE ganador y otra hacerlo con un PSOE perdedor.

Y ¿qué hacen Eusko Alkartasuna (EA) y Aralar? ¿Qué hace Ezker Batua (EB-IU)? Todos han admitido la trampa ─la han legitimado pragmáticamente─. Han aceptado que les hayan robado la capacidad que tenían de condicionar al gobierno. Sabiendo que perderán, han aceptado en la mesa al ventajista que les ha condenado a ser perdedores. ¿No se han percatado de que les han hecho desaparecer de la campaña? ¿No se han enterado los dos partidos abertzales de que serán las víctimas directas de la polarización impulsada por el PNV? ¿No era ésta una coyuntura adecuada para empezar a mostrar desobediencia por parte de los abertzales pidiendo, por ejemplo, el voto nulo? ¿Tanto valor tiene un par de sillas?

Ander Iturriotz es profesor de sociología en la Universidad del País Vasco

Berria, 15 de febrero de 2009

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