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sábado, 13 de octubre de 2007

Retomar Lo Nuestro

Este texto de Josu Sorauren es publicado gracias a la gentileza que tuvo Txabi para hacérnoslo llegar.

Vale la pena leerlo y reflexionar mucho acerca de lo escrito:

Una constitución para la involución y contra la insurgencia

Josu Sorauren

Compte advertía que, según Montesquieu, la política es una ciencia de hechos y no de dogmas. Yo añadiría que esos hechos deben estar dirigidos más al servicio del ciudadano que al seguimiento escrupuloso de leyes inmutables, por mucho que se llamen constitución. Las leyes inmutables tienen su nombre específico: involución.

No hace falta ser un jurisconsulto ni un experto filósofo del derecho para saber que los dogmas o "las leyes inmutables" no tienen cabida en un mundo evolutivo y dinámico. Ha sido y es propio de sociedades tan herméticas como las religiones y sus sectas, o las propias dictaduras, aferrarse a un monolitismo legal para coartar los derechos del ciudadano.

En otro orden de cosas, cuando las leyes protegen al ciudadano, no se imponen con las armas; surgen de la voluntad de los pueblos. Así surgió el fuero nabarro, con el espíritu del derecho pirenaico. Recopilado ya en el siglo XII – la primera recopilación de derecho consuetudinario de toda Europa-, evoluciona y se enriquece hasta convertirse en la auténtica constitución de Basconia.

Nuestras leyes fueron derogadas por la violencia de las armas. Todas las demás constituciones que hemos debido soportar –las mismas que ellos mismos han derogado cuando les ha convenido- y la que actualmente soportamos, no son nuestras. Se nos han impuesto bajo el "imperio de su ley", de sus jueces y de sus armas.

Por eso cuando un nabarro consciente de esta secular agresión contra nuestras leyes oye "constitución, constitución, constitución", entiende jueces, comisarías, FFAA… Somos conscientes de que un sometido que no intenta liberarse pasa a ser dos veces sometido. Para los baskos es una afrenta –me quema el alma- cuando los comisarios políticos del PP y del PSOE o la "Brunete mediática" ahogan la palabra de toda Basconia remitiéndonos a su ley espúrea y represiva.

Espúrea porque, como bien señala Gonzalo Puente Ojea, se gestó bajo la amenaza de los sables. Represiva porque se articuló con la idea de acallar la legítima voz de los pueblos históricamente "insurgentes" del estado.

Podemos afirmar que la causa del conflicto basko no es ETA, sino la constitución española. ETA –¿quién lo ignora?- es un mero subterfugio que utiliza el estado español para no encarar las verdaderas causas del conflicto. Y en consecuencia, para la mayoría de los baskos un grave impedimento en la lucha por nuestra soberanía.

Fíjense pues la gracia que nos hacen cuando los "prohombres" del PSOE o del PP nos ofertan "constitución" como solución a todas nuestras desventuras. No es lo que más molesta que nos den un portazo y nos ignoren, sino el desprecio y la humillación que emanan de su actitud chulesca y prepotente. ¡Que poco iban a durar sus brabuconerías si no tuvieran detrás toda la violencia estructural del estado!

Invocar sistemáticamente el imperio de la ley no significa, pues, ni apelar a la justicia, ni a los derechos humanos. En Birmania, en Israel, en Irak, en Colombia y en infinidad de estados, se clama a la ley para justificar políticas aberrantes y asesinas… Hoy día, ley, democracia, justicia y derechos humanos han dejado de ser conceptos convertibles.

Las leyes serán respetables y acatables en la medida en que sigan permanente abiertas a la voluntad y modificaciones que exija la ciudadanía. Hoy en la mayoría de los estados que pasan por democráticos –por no decir en todos-, los grupos de poder tienden a blindar las leyes, y a restringir el carácter de solidaridad y de servicio al ciudadano con el que se gestaron.

¿Estados democráticos? Quizás nos sobren dedos en una mano para contarlos. Que el Sr. Guerra, cepillador oficial de estatutos –más que poca gracia, mala baba-, farfulle impúdicamente que Montesquieu ha muerto, nos da una idea de la honestidad y calidad democrática de los que manipulan el estado.

Hoy, los partidos políticos no pasan de ser puras empresas, encaminadas a perpetuarse en el poder y a fortalecer (crematísticamente) a sus aparatos. Cada vez están más jerarquizados y distantes de la problemática del ciudadano. Han convertido a los estados en maquinarias de poder inhumanas y despersonalizadas, al servicio de los grandes intereses de las transnacionales y de una élite cada vez más reducida de jerarcas económicos. A nuestro entender, el estado español es un ejemplo de esto, mas que descarado, sangrante.

Es comprensible que nuestros "magnates" -más bien mangantes- idolatren esta "su constitución" , que tan pingües beneficios, privilegios y canonjías les otorga. Eso sí, el día que les moleste –como en los consabidos eventos históricos- sacan los tanques a las calles y nos meten sus "rambos" hasta la cocina. Porque "esa carta magna" es magna y sagrada mientras su pujanza sea suficiente para mantener la, para ellos, "incuestionable unidad" de la España monárquica.

El 25-X-1839 Espartero, héroe para España, bellaco entre bellacos para Nabarra, incumplió su palabra (como hoy. Recordemos: "Apoyaré la decisión del parlamento catalán, los nabarros serán lo que ellos quieran") mostrando una vez más la auténtica catadura de nuestro ancestral invasor. Parece que el militar español no se conforma con vencer y humillar y adora el recochineo: "Se confirman los fueros de las provincias vascongadas y Navarra, sin prejuicio de la unidad constitucional de la monarquía".

Nuestro gran patriota, el ilustre Angel Sagaseta de Ilurdoz, no pudo ser más tajante: "La unidad constitucional de la monarquía destruye la existencia como reino independiente de Navarra. Y el reino de Navarra tiene el derecho incuestionable a lo que es suyo y nadie puede quitárselo". Evidentemente, nadie excepto la traición armada del felón Duque de la Victoria y sus secuaces.

Nuestros antiguos compatriotas tenían las ideas y el discurso muy claros. Es lo que muchos baskos echamos en falta en esos políticos, supuestamente baskos, que proclaman el derecho a la libre decisión de nuestro pueblo.

Desde mi punto de vista, sería muy simple responder a la aparente firmeza, de los que sin más argumento que su apoyatura en la violencia estructural de su estado de derecho nos echan a los leones de su maquiavélica constitución. Nosotros no hemos tenido como Filipinas, Gibraltar, Cuba, etc, valederos tan potentes como EEUU o el Reino Unido, para recuperar "su soberanía" ante España. No nos quedan mas que las armas de la razón y de nuestros inalienables derechos.

Sin embargo, nuestra respuesta ante su provocación y sus inamovibles e incontrovertibles razonamientos debería ser clara y contundente: no existe posibilidad alguna de alcanzar la paz sin que la palabra fluya libre, sin ningún tipo de amenazas, ni las de ETA, ni las de Rajoy, Bono y toda la inmensa fauna de la España una, grande y libre. Digámosles que cuando invocan su constitución, no podemos evitar el sentirnos amenazados ¿Qué pasaría si no pendiera sobre nuestras cervices esa espada de Damocles?


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