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domingo, 12 de agosto de 2007

Brujas de Museo

Esta nota aparece hoy en Diario de Noticias:

Sorginen Museoa

El Museo de las Brujas

El pasado mes de julio, después de un largo proceso de doce años, la localidad de Zugarramurdi veía cumplido uno de sus sueños, y este no era otro que la apertura en el antiguo hospital de un museo dedicado a la brujería, de un espacio que guardase la memoria de lo que en esa localidad se vivió y se sufrió hace cuatrocientos años. El Museo de las Brujas-Sorginen Museoa por fin ha echado a andar, y lo está haciendo con un éxito total de visitantes. Ha sido una apuesta fuerte la del Ayuntamiento de Zugarramurdi y la del Gobierno de Navarra; ha sido una apuesta tras la que hay una inversión económica importante que ha permitido recuperar un edificio histórico y que a su vez ha dotado a esta localidad de un recurso turístico que se complementa perfectamente con las cuevas -a escasos metros-, con el molino, y lo que es más importante, con la historia, con la triste historia de brujería, inquisición, procesos y hogueras que un mal día asoló esta comarca.

Ahora, con las puertas abiertas, y con casi un mes de andadura, es el momento de hacer un poco de balance de la realidad de este espacio museístico. Un balance en el que tiene que estar muy presente la Ley de Patrimonio o la futura Ley de Museos que, acorde con las otras leyes vigentes en otras comunidades autónomas, a corto plazo regulará en Navarra las ayudas las condiciones, y las normativas a aplicar a los museos y a las colecciones.

Exposición Estamos ante un tema, el de la brujería, que es muy difícil de abordar desde el punto de vista museográfico; tanto más si partimos de la realidad de que las brujas y los brujos nunca han existido; por el contrario, sí que han existido personas que han creído realmente que las brujas existían, que los machos cabríos las copulaban, o que daban a luz feos sapos.

En consecuencia, es muy difícil, desde un punto de vista etnográfico, dotar a un edificio de la envergadura que tiene el antiguo hospital de Zugarramurdi, de una colección de piezas que posteriormente nos permita hablar de Museo . Y en este sentido hay que reconocer que la empresa catalana Stoa ha sabido conjugar muy bien la realidad etérea de la brujería con la presencia de una colección de piezas, más o menos amplia, que sin llegar a tener los cuatrocientos años de antigüedad, nos evocan la realidad de aquel lejano año de 1610, que es cuando se proclama el Auto de Fe en la ciudad de Logroño.

Han tenido el cuidado de seleccionar piezas antiguas y que a la vez, aun siendo posteriores al siglo XVII, no han tenido desde entonces una evolución perceptible (es ahora, en los últimos cien años, cuando han evolucionado). Trébedes, cazos, calderos, agramadera, torno de hilar, horcas, vasijas de barro, etcétera, son piezas que nos trasladan fielmente a la realidad del interior de aquellas casas que en 1610 existían en Zugarramurdi.

A pesar de ello, y aun siendo las actuales piezas suficientes para conseguir una perfecta ambientación, tal vez sería bueno incorporar poco a poco algunas más para asegurar, en número de piezas, la condición de Museo . Y se sobreentiende que todas estas piezas quedarán a corto plazo, si es que no lo están ya, perfectamente catalogadas tal y como va a exigir la futura Ley de Museos; quedando también dotadas de una adecuada política de conservación.

Todas estas piezas y todas estas ambientaciones aparecen ante el visitante integradas, o combinadas, en espacios creados bajo la inspiración de lo que un día fue la inquisición, el Auto de Fe, las caravanas de mulas, la Iglesia, o las relaciones vecinales entre los pueblos de Xareta. Maniquíes que lucen sambenitos, o el hábito de la Santa Inquisición; reclinatorios, cortinajes, cruces de Aravaca, velas, libros y viejos legajos, el cráneo de un carnero, calderos, la eguzki-lore, el potro de tortura…, son elementos que consiguen una ambientación perfecta que, hábilmente combinada con una luz adecuada, nos retrotrae a aquella oscura época.

Especialmente recomendables son los diferentes audiovisuales que se pueden ver a lo largo del recorrido expositivo, que son breves, impactantes, y fieles a la realidad histórica.

Por último, adelantándose a lo que puede llegar a ser en breve la Ley de Museos, este Museo de las Brujas, con una colección de piezas que exhibe, tiene diseñado un ambicioso proyecto de investigación y difusión que abarca en su ámbito la comarca de Xareta, así como el mundo de la brujería y de las creencias populares (religiosidad, mitología, medicina natural, etcétera). Los resultados de las investigaciones, así como la biblioteca que se forme en torno a todo este tema, quedarán al alcance de quien quiera consultarlo. Juegos, talleres, exposiciones temporales, y otras muchas actividades, serán además el complemento de todo lo anteriormente expuesto; lo que se traduce en que el Museo de las Brujas-Sorginen Museoa va a ser algo más, ¡mucho más!, que un mero espacio expositivo.

Memoria Al margen de las piezas antiguas que en la exposición se pueden ver, y también al margen de la ambientación moderna, sin ninguna duda la pieza más importante que alberga este Museo de las Brujas-Sorginen Museoa es la memoria histórica que aquí ha quedado salvaguardada en forma de homenaje a las decenas de personas que, acusadas de brujería, fueron encarceladas, procesadas, desterradas, reconciliadas, fallecidas en prisión, o quemadas en la hoguera.

Zugarramurdi, y todo su entorno, vivieron hace cuatrocientos años una realidad escalofriante. Sabemos muy bien que aquel sufrimiento y aquella fragmentación social ya no se pueden reparar, y mucho menos cuatro siglos después. Pero sabemos también que hay otras formas de reparación moral, que existe también el reconocimiento de lo que padecieron bajo la forma actual de homenaje, y que todo esto tiene especial valor cuando esta iniciativa nace de los descendientes directos de los que en aquellas primeras dos décadas del siglo XVII fueron los protagonistas de los penosos episodios.

Es de justicia reconocer al Ayuntamiento y al pueblo de Zugarramurdi su tenacidad y su constancia en los últimos doce años, que no han parado hasta conseguir que este homenaje sea hoy una realidad. Allí, en el museo, están hoy los nombres y apellidos de todas aquellas personas que fueron acusadas entonces de brujas o de brujos. Y allí ha quedado también el relato, detallado y fiel, de cuanto aconteció.

Se ha puesto especial cuidado de huir de la imagen tópica de la bruja sobre la escoba, de la verruga en la nariz, de la bola de cristal, o de los gorros cónicos y puntiagudos. Por el contrario, se ha afinado bastante a la hora de acercarse a la realidad de lo que hubo y a la realidad de lo que en aquella época se creía que había.

Insisto, por tanto, que la memoria histórica que aquí se salvaguarda, es la pieza más valiosa que hay en el Museo de las Brujas de Zugarramurdi. Lamentablemente la futura Ley de Museos no parece que vaya a tener en cuenta este tipo de piezas , pues en muchos casos son difíciles de calibrar o de evaluar, pero nadie podrá negar que, en este caso, esta parcela de la memoria histórica de Navarra, musealizada en el pueblo que más sufrió, ubicada junto a las cuevas y junto al prado del Akelarre, y rodeada de un contexto expositivo de calidad, bien merece ser considerada como pieza de incalculable valor.

Recurso turístico Finalmente, una vez cumplido con ese deber histórico de recordar, homenajear, y preservar la memoria con escrupulosa fidelidad, no hay más remedio que admitir que Zugarramurdi ha sabido dotarse de un recurso turístico de calidad.

Los números hablan solos. Las cuevas de Zugarramurdi son visitadas anualmente por un número de personas que ronda o se aproxima a las cien mil. Son visitantes que pagan una entrada, que compran un recuerdo, que visitan el bar, que se alojan en el pueblo o en las inmediaciones, que compran en la tienda.

A partir de ahora el turista va a encontrar el complemento perfecto a las cuevas, y lo va a encontrar junto a ellas. Creo no equivocarme -el tiempo lo dirá- si digo que la viabilidad económica de este museo está garantizada; es un museo en el que quedaba justificada la inversión realizada pues su tendencia clara es la autofinanciación.

Y la calidad de este recurso turístico incluye la gestión municipal de Zugarramurdi durante todos estos últimos años, incluye el esfuerzo del Gobierno de Navarra y el de FEDER, incluye el importante papel de la agente de desarrollo de Cederna-Garalur, incluye la profesionalidad de la empresa catalana Stoa, incluye la actual gestión y todo el equipo humano que atiende ahora el museo, e incluye a todas aquellas personas y entidades que con su colaboración y ayuda han hecho posible esta realidad.

Zugarramurdi ha sabido ser agradecido. Allí está el museo, y allí están las viejas casas de recios muros -intactas algunas de ellas- de cuyo interior salieron sus moradores camino de Logroño hace cuatro siglos. Allí está el pasado y el presente; allí están los descendientes; allí están los documentos; allí está la historia y el recuerdo de aquella historia. Y es que…, pueblos agradecidos, haberlos, haylos.

Zugarramurdi es visita obligada.


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