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martes, 26 de junio de 2007

Arrantzales en Canadá

Esta nota ha sido publicada en Gara:


Pasaia inaugura la réplica de un horno ballenero del siglo XVI

Hasta el tiempo acompañó. Un intempestivo aguacero -«muy propio de Terranova», hizo notar con humor el presidente de la asociación Albaola, Xabier Agote- se sumó ayer en Pasaia al acto inaugural de la réplica de uno de los hornos para fundir grasa de ballena que los arrantzales vascos construyeron en las costas canadienses en el siglo XVI. Es la primera de una serie de piezas que terminarán dando a la cala de Alabortza la imagen de una estación ballenera.

Martin Anso

Los miembros de la asociación Albaola, que el verano pasado protagonizaron la expedición «Apaizac obeto», que les llevó a navegar a lo largo de mil millas marinas por la ruta de los balleneros vascos en Canadá a bordo de «Beothuk», réplica exacta de una chalupa de Pasaia hundida en Red Bay en el siglo XVI, volvieron de su aventura con muchos proyectos.

Uno de ellos era construir la réplica de uno de los abundantes hornos para fundir grasa de ballena que los arrantzales levantaron en las costas del estuario del río San Lorenzo y la península del Labrador, muchos de los cuales aún se conservan.

Ese proyecto es ya una realidad. La réplica, construida en la cala de Alabortza, en Pasai Donibane, fue inaugurada ayer en un acto en el que, además de encender el horno, se escenificaron episodios de la actividad ballenera, desde el aviso de avistamiento de cetáceos realizado con banderas de colores desde la atalaya por alumnos de Pasaia Lizeoa hasta la arribada a Alabortza de Beothuk y el desembarco de un miembro de la tripulación, ataviado al uso de la época.

Ese miembro de la tripulación resultó ser Jon Maia, quien cantó ante los congregados «Partiada tristea Ternuarat», unas coplas rimadas por un marinero lapurtarra anónimo del siglo XVII, que, según recordó el bertsolari y «cronista oficial» de la expedición «Apaizac obeto», «el verano pasado se convirtieron prácticamente en himno de nuestra aventura».

Fueron muchas las personas que, a los sones de la trikitixa, se desplazaron desde el astillero tradicional Ontziola hasta Alabortza, donde tuvo lugar el acto inaugural con la presencia de diversas autoridades, entre ellas, la agregada cultural de Canadá en Madrid, Laura Ballesteros, y la nueva alcaldesa de Pasaia, Maider Ziganda. Ésta re- cordó que no sólo la localidad a la que representa, sino toda la comarca fue durante siglos «un referente mundial» vinculado a la pesca, al comercio marítimo y a la construcción naval, lo que se tradujo en «una riqueza patrimonial, cultural y técnica que no podemos desaprovechar».

En lo que a la actividad ballenera, que se remonta a la Edad Media, respecta, la fuerte urbanización a que ha sido sometida la costa vasca ha hecho que apenas queden restos de esa actividad, a pesar de su importancia. «Algunas atalayas, viejas casas cuyos sónatos sirvieron para almacenar el saín, huesos de ballena encontrados por azar y poco más», dijo ayer al respecto Xabier Agote, presidente de Albaola. Sin embargo, al otro lado del Atlántico, donde en los siglos XVI y XVII los vascos desarrollaron una notable actividad ballenera, se encuentran abundantes restos. «El año pasado, durante nuestra expedición, al ver que esos restos estaban tan bien conservados, nos animamos a contruir la réplica de un horno, uno como los que sin duda existieron aquí, pero que no se ha conservado», dijo Agote.

La réplica ha sido construida con información proporcionada por arqueólogos de Parks Canada y, tal y como se hacía en el siglo XVI, por métodos artesanales y con materiales obtenidos in situ: piedra del lugar, cal mezclada con arena de la propia cala... incluso las tejas han sido recuperadas de un viejo edificio sanjuandarra.

«Alabortza -indicó Agote- pudo ser un lugar estupendo para despiezar ballenas, actividad que, en otro tiempo, se hizo en todas las localidades costeras vascas. Pudo ser estupendo porque, por una parte, es el lugar protegido más cercano al mar, y es que, si ya es duro remar, mucho más lo es hacerlo arrastrando una ballena, así es que, cuanto más próximo estuviese el lugar de despiece, mejor; por otra parte, porque está algo alejado del pueblo, y es que hay mucha documentación en la que se cita que los vecinos no querían que esta actividad se realizase cerca de sus casas, por los olores derivados de la descomposición de las ballenas».

Una vez despiezado el cetáceo, su grasa era fundida en el horno y así se obtenía el saín, «el combustible más preciado durante siglos, entre otras cosas, porque era el que menos olía y el que menos humo echaba», aclaró Agote.

Una tonelería y un muelle

La idea de Albaola es seguir escenificando una estación ballenera en Alabortza. «En Canadá observamos que, ligadas a los hornos, estaban las tonelerías, donde se construían los toneles para almacenar el saín. Tenemos intención de levantar, probablemente ya el año que viene, un pequeño edificio de madera que represente esa labor».

También piensan recuperar un antiguo muelle del que hoy en la cala quedan restos. «Sería un lugar estupendo para que la gente pudiera ver cómo maniobraban las chalupas balleneras o de qué manera se arrojaba el arpón. Conocemos experiencias muy interesantes al respecto en museos de Estados Unidos».

El horno de Alabortza es un paso más dentro de «Bahía de Pasaia-Euskal odisea», proyecto de parque lúdico-cultural que impulsan los municipios de Pasaia, Lezo, Errenteria y Oiartzun, agrupados en la agencia de desarrollo comarcal Oarsoaldea. Este proyecto tiene una de sus piedras angulares en el astillero Ontziola, que gestiona Albaola y del que, entre otras muchas iniciativas, han salido ya varias réplicas de embarcaciones históricas, entre ellas, dos de chalupas balleneras del siglo XVI.

La «estación ballenera» de Alabortza vendría bien también para acondicionar la pequeña playa de la cala con fines lúdicos, algo que los vecinos de Donibane vienen reivindicando desde hace años. «De hecho -quiso subrayar ayer Xabier Agote-, que este espacio esté hoy tan limpio es algo que debemos a la Asociación de Vecinos de Bonantza».

En este sentido, Rosa Sistiaga, miembro de la asociación citada, que ayer acudió a la inauguración del horno, indicó a GARA que hace ya tres años que celebran Alabortza Eguna. «Por la mañana, limpiamos la playa en auzolan y, después, asamos unas sardinas y organizamos juegos y otras actividades festivas. Este año nos hemos reunido más de un centenar de vecinos». El objetivo, aclaró, no es sólo limpiar la playa de cara al verano, algo para lo que este año ni siquiera han contado con subvención, sino «reivindicar de las instituciones que tomen medidas para regenerarla con arena, estabilizarla y, en definitiva, hacer de ella un espacio para el disfrute de los vecinos. Hace dos años adquirieron el compromiso de iniciar el expdiente de recuperación de la cala, pero seguimos sin ver avances», señaló Rosa Sistiaga.

Canadá

La réplica exacta del horno, como las de las chalupas balleneras construidas en el astillero Ontziola, ha sido posible gracias a la información proporcionada por los arqueólogos de la entidad pública Parks Canada.

Un horno operativo

El horno de Alabortza ha sido construido con información precisa y, en caso de que se halle el cadáver de alguna ballena varada, estaría incluso en condiciones de ser utilizado para intentar reproducir el proceso de obtención del saín.

Estación ballenera

El horno es la primera de una serie de piezas a través de las cuales Albaola espera escenificar en Alabortza una estación ballenera. La asociación piensa también recuperar un viejo muelle que existe en la cala y construir una tonelería.

En Alabortza, playa

El proyecto de Albaola de escenificar una estación ballenera en Alabortza sería compatible con la reivindicación que encabeza la Asociación de Vecinos de Bonantza para que la cala sea acondicionada como espacio de uso lúdico.

Xabier Agote: «Nuestro reto sigue siendo construir la nao San Juan»

El acto de ayer contó con la presencia, como invitada de honor, de la agregada cultural de Canadá en Madrid, Laura Ballester, quien leyó un mensaje de parte del embajador, Marc Lortie, en el cual éste subraya «la colaboración de Parks Canada con Albaola en la recuperación del patrimonio vasco-canadiense».

De hecho, tanto el horno inaugurado ayer como las réplicas de dos chalupas balleneras del siglo XVI construidas en el astillero artesanal Ontziola de Pasaia en los últimos años han sido posibles gracias a la información proporcionada por los arqueólogos de la entidad pública Parks Canada, encabezados por Robert Grenier, que han desarrollado una labor de investigación en torno a los balleneros vascos y, muy particularmente, en torno a la nao pasaitarra San Juan, hundida en Red Bay en 1565 y hallada en 1978, considerada modélica en todo el mundo en lo que al patrimonio sumergido respecta y reconocida expresamente por la Unesco.

Precisamente construir la réplica del San Juan sigue siendo el principal reto al que se enfrenta Albaola. «Para nosotros -matiza Xabier Agote, presidente de la entidad-, construir el San Juan, más que un objetivo en sí mismo, es un medio y, a la vez, la consecuencia de que estamos alcanzando nuestro objetivo, que no es otro que recuperar los conocimientos de nuestros artesanos navales y, en general, nuestra cultura marítima».

De cara a construir la réplica del San Juan -con la que los miembros de Albaola están dispuestos a navegar hasta Terranova-, la complicidad de las autoridades canadienses es clave, tanto como la legislatura que ahora comienza en Gipuzkoa. De hecho, el primer paso sería contar como base de operaciones con el viejo astillero de Ondartxo, en San Pedro.








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