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viernes, 12 de marzo de 2004

Roitman | La Sinrazón de los Atentados

Este texto con respecto a lo ocurrido en Madrid ha sido publicado en la sección Opinión de La Jornada, léanlo para que vean que sabias palabras, muy diferente de las memeces que una vez y otra escribe Saramago. Aquí lo tienen:

Marcos Roitman Rosenmann

La sinrazón de los atentados

La mañana del 11 de marzo de 2004 recibo, mientras viajo a la universidad, la noticia de un atentado en la estación de Atocha. Un tren de cercanías, aquellos que conectan la periferia de Madrid con la capital ha sido objeto de un atentado. Por la hora en que se produce, las 7:30 de la mañana, todo hace predecir lo peor. Sin embargo, no acabará aquí la tragedia. Otras dos explosiones en dos estaciones, ambas pertenecientes a la línea tres de cercanías, Santa Eugenia y El Pozo del Tío Raimundo, tienen lugar de manera consecutiva. Sus usuarios son principalmente trabajadores y emigrantes. Barrios obreros y populares. Más tarde se anuncia una detonación, esta vez en un vagón sin pasajeros del tren de alta velocidad que une Madrid con Sevilla, también estacionado en Atocha. El círculo se estrecha. La zona elegida para el atentado es un ir y venir de pasajeros, más de 200 mil personas en horas pico. Representa el punto de encuentro de todos los trenes que diariamente transportan a más de un millón de viajeros que viven en los barrios periféricos y en las ciudades dormitorios. Su punto de llegada, Atocha. No se puede mantener la cordura. La impotencia se apodera del alma. El desgarro interno deja una sensación de vacío e incredulidad. Las noticias se agolpan y todo pierde su dimensión. Son esos días que no olvidan jamás, que quedan grabados en la memoria y siempre nos acompañarán como una pesada carga que nos pregunta por qué tanta ignominia.

Se habla de cientos de víctimas y miles de heridos. Las primeras imágenes emitidas por la televisión son elocuentes. Llanto, gritos de histeria, víctimas, policía, personal sanitario o bomberos son presas de una situación que se muestra fuera de control. Se viven momentos de tensión. Nadie sabe lo que pasa. Las interpretaciones son variadas, aunque las sospechas recaen obligatoriamente en ETA. Es un lugar común de convergencia de todos los partidos políticos. Las declaraciones de unos otros y otros van en la misma dirección. La autoría material corresponde a ETA sin ninguna duda. Desde el Partido Nacionalista Vasco hasta el Partido Socialista Obrero Español e Izquierda Unida, pasando por otros partidos de ámbito autonómico o regional se aprestan a condenar el atentado adjudicado a ETA. A mediodía, el que fuese dirigente de Batasuna, Arnaldo Otegi, dando un rodeo, expresa que ninguna hipótesis hace pensar que ETA sea responsable. Es un indicio de que algo no calza. Siempre se ha pedido que Batasuna se desmarque de ETA y cuando lo hace o llama la atención a un distanciamiento, éste no es considerado un punto de inflexión. Se prefiere soslayar esta declaración y seguir remarcando que ha sido ETA. Quienes han estudiado sus formas de acción observan grandes diferencias entre el atentado de Atocha y su habitual proceder hasta este día. Siempre avisan de sus coches bombas, y por su naturaleza se consideran una organización militar cuyos objetivos son instituciones del Estado, miembros del gobierno, fuerzas armadas o dirigentes de los partidos políticos de ámbito estatal. Mas allá de condenar cualquier tipo de atentado, sea o no de ETA, lo cierto es que en estas circunstancias no se puede actuar de forma liviana y con irreverencia a las víctimas. Sólo sea por rigor a la hora de no adelantar interpretaciones de las cuales haya que arrepentirse o avergonzarse. Sin medir consecuencias, el resultado de esta falta de responsabilidad termina sembrando más odio y rechazo al pueblo vasco. ¿Cómo si no interpretar las palabras del presidente de gobierno cuando acusa a los autores del atentado de haberlo perpetrado en tanto que sus víctimas lo son por el hecho simple de ser españoles? ¿Extraña pues que se asiente un nacionalismo español que entiende la unidad de España en peligro por los vascos separatistas? Por suerte el rey tuvo el detalle de corregir las palabras del presidente José María Aznar al indicar que las víctimas no sólo eran españoles, también había emigrantes.

Sin embargo, en medio de la vorágine electoral, los partidos que compiten optaron por cerrar filas asumiendo la interpretación del gobierno. ¿Cuánta irresponsabilidad hay en dicho proceder? ¿Se puede creer a un gobierno que ha mentido continuadamente y no ha rectificado? Sus mentiras, ya patentes para justificar la guerra de Irak y la existencia de armas de destrucción masiva, hacen pensar que siga mintiendo en beneficio propio. Una complicidad se trasluce. Para unas cosas miente para otras sus opositores creen en su versión. Se trata de no perder votos, en un momento cúspide de la campaña. Todos quieren mantener intactas sus posibilidades de triunfo. Para unos significa aumentar sus votantes, para otros no perderlos. Distanciarse de lo que dice el gobierno o simplemente dudar, es dar motivo de ataque y descalificación. No vale la pena un enfrentamiento donde la oposición tiene todas las de perder. Atrapados en su discurso antiterrorista sólo les cabe unirse y aceptar las propuestas del gobierno. Se cierra un círculo que aprisiona y adjetiva como cobardes a quienes en su condición de dirigentes políticos tienen la obligación de decir la verdad, callar o dudar si así lo aconseja la ocasión. Sin embargo, esa valentía ética exigida a la elite política no se ha expresado. En un acto de total irresponsabilidad es culpable de aumentar la crispación y el odio. Su decisión, contraria a todo sentido común, se justifica desde la intolerancia y la falta de compromiso con el proyecto de una España democrática. El sólo hecho de que, a esta hora, la organización Al Qaeda se atribuya la autoría del atentado, deja en entredicho al gobierno y al Partido Popular. No cabe más interpretación, el delirio de grandeza de Aznar provocó que España fuese a una guerra cuyas consecuencias las estamos viendo hoy reflejadas en este atentado. Pero esta lectura, seguramente, no será la realizada.

El día transcurre entre la desesperación y la necesidad de buscar explicación a tanto dolor. Hay que detenerse, mirar atrás y recapitular. Al primer momento de ofuscación y rechazo, debe precederle otro de reflexión pausada. En el otro lado, ¿que pasa con ETA? No cabe aquí tampoco ninguna contemplación. Cuando la situación llega a tal extremo, tal vez se deba pensar en su disolución. La causa de la democracia del pueblo vasco lo amerita y también la lucha por construir una España en la diversidad, la pluralidad cultural y el respeto al derecho de autodeterminación. Sólo que ello también supone un esfuerzo donde la generosidad y la voluntad de vivir, expresión de la dignidad humana, sea el principio que acabe con la sinrazón de los atentados. Mientras tanto, el rechazo al terrorismo debe manifestarse valientemente y sin tapujos. No caben términos medios, razón suficiente para señalar que el Partido Popular y el gobierno de Aznar, han secuestrado la democracia en nombre de la lucha contra ETA. Nada en común con quienes declararon la guerra a Irak, mintiendo y traicionando al propio pueblo español que a gritos dijo no a la guerra y no se cansa de decir no al terrorismo. 






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