Un blog desde la diáspora y para la diáspora

martes, 16 de marzo de 2004

Hernández | Sesenta Horas

Le recomendamos al trosko mexicano Pedro Miguel que de vez en cuando lea las páginas del diario al que el contribuye, así evitaría redactar textos en los que parece amanuense de la extrema derecha, como la postura que ha asumido con respecto a los atentados del 11-M en Madrid donde, al introducir el comodín ETA ha terminado por hacer suya la versión de Aznar. Por ejemplo, que ponga atención a este texto publicado también hoy en la sección Opinión de La Jornada
 

Luis Hernández Navarro

Sesenta horas

Sesenta horas duró en España el pulso entre la verdad y el engaño. Sesenta horas tardó el gobierno de José María Aznar en admitir que la red Al Qaeda era la responsable de los atentados del 11 de marzo en Madrid. Sesenta horas en las que Radio Bemba luchó contra la política informativa de Estado y su pretensión a inculpar ETA de la matanza. Sesenta horas fueron necesarias para que la presión de las redes de comunicación alternativas y la movilización social obligaran a los grandes medios de comunicación a abrirse a la realidad de los hechos.

El gobierno español giró órdenes a sus embajadores para que difundieran la noticia de que ETA era la responsable de los hechos. Los corresponsales extranjeros acreditados en España fueron presionados para que divulgaran esa misma versión. Enmascarada como razón de Estado la derecha arrogante transmitió sus propias razones: usar la desgracia humana para cosechar una victoria electoral, demonizar los nacionalismos periféricos, divinizar el nacionalismo español y refrendar ante el mundo su visión del conflicto vasco.

La estrategia del Partido Popular (PP) fracasó electoralmente porque antes había sido derrotada socialmente. En escasas 24 horas la opinión pública dio un vuelco dramático. Si antes del 11 de marzo las encuestas anunciaban un arrollador triunfo de los populares en las elecciones del 14 de marzo, la mentira y la manipulación gubernamental provocaron un cambio dramático en el talante de los votantes.

Sin que mediara convocatoria alguna por partidos políticos o sindicatos, miles de personas transformaron el miedo en una explosión de dignidad y tomaron las calles de las principales ciudades de España para protestar contra la desinformación oficial. "Los muertos son nuestros, las guerras son vuestras", exclamaron, en clara referencia a la participación española en la agresión a Irak.

Informándose mediante las televisiones autonómicas, utilizando la programación de la cadena SER, pero, sobre todo, comunicándose horizontalmente por Internet y mensajes vía telefonía celular, la multitud tuvo la certeza de que se le estaba engañando. Echando a andar las redes sociales construidas durante las protestas contra la guerra en el Pérsico, salieron a los balcones de sus casas a golpear cazuelas y se congregaron frente a las sedes del Partido Popular.

Los grandes medios de información y una parte de la intelectualidad hispana, sometidos a la razón de Estado, desempeñaron, en su mayoría, un papel penoso en la difusión y justificación de mentiras. Algunos reaccionaron, otros no. Para justificar su falta de ética han señalado que Al Qaeda es lo mismo que ETA, como si un atentado nacido de un conflicto armado interno fuera equiparable en sus consecuencias políticas y de seguridad nacional al ataque de un grupo internacional. Semejante estupidez sólo puede entenderse si se le enmarca como parte de una estrategia que ha hecho de la lucha contra el terrorismo un instrumento para justificar casi cualquier acción política, y que ha llevado a ignorar que España sigue apareciendo en las listas de Amnistía Internacional como un país en el que se practica la tortura.

Los pasados comicios mostraron, también, un impresionante éxito electoral de la formación política más atacada y vilipendiada en los últimos meses: Esquerra Republicana de Catalunya (ERC). Fuerza republicana y antimonárquica, promotora de un nacionalismo no esencialista, ERC pasó de ocupar un escaño a ocho.

Su líder, Josep Carod, fue víctima de una campaña de satanización que lo obligó a renunciar a su puesto en el gobierno de Cataluña, por entrevistarse con ETA para buscar una salida negociada al conflicto vasco. Desafiando la lógica del "pacto antiterrorista" se presentó nuevamente en estas elecciones como cabeza de lista de su partido. Rovira apeló al pueblo catalán para juzgar si se había o no equivocado. El gobierno lo atacó salvajemente. Ellos resistieron. Los ciudadanos le dieron la razón: su votación se incrementó en bastante más de 300 por ciento. Premiaron así la vía del diálogo y la negociación para solucionar el conflicto vasco por sobre la intolerancia y las soluciones policiacas.

El PP fue derrotado por recetar durante 60 horas la misma medicina que administró durante ocho años. Una medicina que el recientemente fallecido Manuel Vázquez Montalbán describió en su último ensayo, titulado La Aznaridad. "En los últimos meses de su presidencia -señala- Aznar ha demostrado que es hombre de tan pocas ideas que sólo tiene una. Ha sido concebido por la Divina Providencia para luchar contra los terroristas."

Desde 1996 la estrategia del Partido Popular ha consistido en desmesurar y crispar el problema vasco. El conflicto en Euzkadi le redundó beneficios electorales constantes y eficaces, sobre todo fuera del País Vasco. Después del 11 de septiembre logró -parcialmente- globalizar la lucha contra ETA y hacerla parte del combate contra el terrorismo internacional y tuvo éxito. Sin embargo, su última gran apuesta, el responsabilizar a la organización terrorista de un crimen que no cometió, se revirtió en su contra. Es la hora de la palabra.

 

 



.... ... .

No hay comentarios.:

Publicar un comentario