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lunes, 7 de abril de 2003

Gernika y el Revisionismo Cómplice

Lejos de reconocer los sangrientos crímenes cometidos en contra del pueblo vasco (y aquí contando sólo los cometidos durante el último par de siglos), Madrid prefiere lanzar una campaña de mentiras y tergiversación, baste como ejemplo este texto de alguien que se hace llamar Pío Moa para que se den una idea del cinismo españolista.

Aquí lo tienen:

Guernica y un informe de la Luftwaffe

Pío Moa

La revista Der Spiegel ha publicado recientemente un informe sobre el bombardeo de Guernica, firmado por un ingeniero de la Luftwaffe apellidado casualmente como el autor del bombardeo, Richthofen. El informe ha sido presentado como la prueba de que los alemanes buscaron deliberadamente el arrasamiento de la villa vasca en su plan de ataques terroristas desde el aire a la población civil.

En realidad es imposible deducir tal cosa del informe, hecho a posteriori (otra cosa sería si se tratase de un plan previo para la destrucción de la villa). Se trata, según se desprende de las informaciones periodísticas, de una evaluación técnica como debe de haber muchísimas en todos los ejércitos de la II Guerra Mundial sobre acciones semejantes, y no altera nada de lo que ya se sabía.

No sólo los alemanes tenían planes o ideas de bombardeos terroristas sobre la población civil, sino también los italianos, los ingleses y los useños, seguramente también los soviéticos, pues con tal cosa venían especulando muchos tratadistas militares desde la I Guerra Mundial. Tales bombardeos, se suponía, destruirían la moral de la retaguardia y precipitarían el fin de la guerra. Ese efecto no se produciría luego, pese a la tremenda devastación desde el aire en la II Guerra Mundial.

Tampoco prueba el informe que la destrucción de Guernica respondiera a tales planes, y menos aún al de destruir los símbolos tradicionales vascos, que no fueron atacados y seguramente ignoraban los alemanes. Por cuanto hoy sabemos, se trató de un bombardeo no autorizado por Franco ni por Berlín, encaminado a propiciar un rápido avance de la infantería sobre la villa, para embolsar a importantes unidades izquierdistas y nacionalistas vascas. El misterio radica en que el director del bombardeo, Richthofen, sabía que la orden de Mola preveía el avance de la infantería en otra dirección (Durango), lo cual volvía al bombardeo inútil militarmente. En sus diarios afirma, algo vagamente, haber obtenido el acuerdo del general Vigón para avanzar sobre Guernica, pero no era Vigón quien podía dar ni asegurar el cumplimiento de tal orden.

El ataque aéreo contravenía además la orden de Franco de no atacar a la población civil, orden reiterada después de Guernica, aunque volvería a ser desafiada, ya en 1938, por los italianos. Acerca de los bombardeos sobre ciudades en nuestra guerra civil conviene no olvidar dos cosas: fueron los italianos, y no los alemanes, quienes causaron más víctimas, y fue el Frente Popular el iniciador de tales acciones, de las que se jacta en sus partes de guerra.

El bombardeo de Guernica se dio en varias pasadas de breves minutos y bastante espaciadas, lo que permitió a casi toda la población ponerse a salvo. Por esa razón los muertos fueron unos 120, muchos para una población de sólo 5.000 habitantes, pero muy pocos comparados con los 800, 1.200, 1.700 y hasta 3.000 que han hecho circular los creadores del mito. La excusa de los alemanes fue que pretendían destruir un puente en las afueras de la población, para obstaculizar la retirada de las tropas enemigas (y que no fue alcanzado, aunque bastante bombas cayeron en las inmediaciones), pero que el humo levantado por la primera pasada habría impedido precisar el tiro luego, cayendo las bombas en la villa. Esto no es muy fácil de creer.

La destrucción material fue enorme. Quedó en llamas un 18 por ciento del caserío, y en las horas siguientes al bombardeo el fuego devoró a tres cuartas parte de él. La causa de esta extraordinaria propagación del incendio está, según unos, en la tardía llegada de los bomberos de Bilbao y su vuelta cuando el fuego continuaba plenamente, o en no haberse procedido a volar las casas próximas a los principales núcleos del fuego; según otros, a la destrucción de las canalizaciones del agua y al viento intermitente de aquel día. Seguramente fueron todos esos factores juntos los que dieron tanta extensión a la catástrofe.

Como es sabido, el bando franquista negó el bombardeo, y atribuyó el incendio a los propios izquierdistas. Era una mentira flagrante y fácil de descubrir, aunque explotaba el hecho de que en Irún y Éibar los izquierdistas sí habían quemado con gasolina todas las edificaciones que pudieron. Y por otra parte el mando nacional no había dado la orden de bombardear Guernica, cuyos efectos y repercusión mundial lo tomaron por sorpresa.


Los medios de comunicación gustan de citar "las víctimas" producidas por la violencia vasca pero nunca han tenido el valor de llevar un conteo de los muertos causados por la conquista y la colonización de Euskal Herria.




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